Los casos del soldado Bradley Manning, quien realizó la mayor filtración de documentos militares secretos en la historia de los Estados Unidos, y de Edward Snowden, quien reveló cómo la Casa Blanca y sus organismos espían las comunicaciones en Internet, constituyen los ejemplos más famosos de fuga de información de una organización a través de soportes tecnológicos.
Sin embargo, las principales fugas de información en las organizaciones gubernamentales, empresarias y educativas no son por acción de un empleado o ejecutivo infiel o por el ataque de un delincuente informático sino por “desconocimiento y negligencia” de los propios directivos y dependientes.
No saben lo que tienen y, por lo tanto, no saben lo que hay que proteger, y se desconoce también la información privada de sus usuarios, en especial en cuanto a su salud y sus finanzas.
Luego de las fugas por negligencia o desconocimiento, siguen las que se producen por “ataques internos”, de empleados infieles, que actúan motivados por diferentes intereses: represalia, venganza, conciencia cívica, robo de información y otros motivos económicos.
Una vez que se detecta una situación riesgosa, las organizaciones deben aislar la intrusión y enfrentar ese riesgo antes de que se extraigan datos valiosos.
Fuente: iprofesional.com
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